“La
mediatización de la justicia” es una tendencia que va en aumento, cada día es
más recurrente que los procesos legales terminen en el ámbito de la opinión
pública. Diversos medios de comunicación a través de sus portales digitales
(mayoritariamente), ponen en el centro del debate los temas legales que más
“sensaciones” despiertan en sus lectores. Es un ejercicio que si bien, cumple
con el fin de informar, también es necesario señalar que está construido de
manera tendenciosa. Comúnmente este tipo de noticias tienen títulos de
“impacto” y llaman a las emociones para que la noticia sea leída, dejando atrás
que la nota cumpla con los criterios mínimos para que sea una fuente de
información confiable.
Mediatizar la
justicia trae como problemática que se refuerce la paulatina desconfianza en
las instituciones que se encargan de impartir justicia. Si bien es cierto que
pueden haber razones fundadas para desconfiar de dichas instituciones cuando se
demuestra el error en el que han incurrido a través de procesos y evidencias
legales; también es cierto que la crítica mediática tiende a ser superficial y
poco fundada. Líneas arriba se mencionó que las noticias que se publican sobre
alguna situación de este carácter, carecen de un fundamento legal, y con esto
se hace referencia a que estas notas no van acompañadas de las evidencias o
seguimientos de los casos; compartiendo con el lector lo que mencionan o
señalan diversos “expertos” que no están relacionados de manera directa con el
tema.
Otro de los
problemas que podemos encontrar derivado de la mediatización de la justicia, es
el que tiene que ver con el lector. Este lector después de haber hecho el
ejercicio de revisar información diversa dentro de las redes sociales, se
impone la tarea impostergable de dar una opinión, lo cual no es nada prohibido
ni negativo, el problema no recae en externar la opinión, sino que se busca por
todos los medios imponer esa opinión, y que fundado en todo lo que ha leído,
cree ser poseedor de la verdad absoluta. Aquí encontramos un doble error; el
primero, es el que tiene que ver con las verdades absolutas, (nada más falso
que eso), y el segundo es que esa verdad que se declara como absoluta, está
construida con información - como ya se señaló pormenorizadamente – incompleta
y poco confiable.
Las redes
sociales han jugado un papel muy importante, no sólo en el ámbito de mediatizar
la justicia, sino también en la construcción de la polarización social. No se
entienda aquí que se pretende “demonizar” a las redes sociales, sino señalar el
cómo han sido utilizadas en su relación con la justicia. El sinsentido de esta
polarización es que está basada en información que no ha pasado por pruebas de
credibilidad pero se toma como si fuera una regla dictada por una fuente
confiable. Esto origina que dentro de las redes sociales, se lleven a cabo una
serie de cruzadas escritas que terminan en diálogos muertos y se enraíza un
pequeño tufo de odio hacia el interlocutor por no comprender su punto de vista.
El problema de esto, es que al final de todo, el problema de la justicia se
vuelve invisible y desaparece del debate público.
Se busca
problematizar, demostrar que “yo” si estoy bien informado, que la opinión del
“otro” es parca y carente de sentido. Pareciera ser que todos se erigen como
supremos jueces y garantes de la ley, cuando la realidad demuestra que se tiene
un conocimiento nulo de esta.
Mediatizar la
justicia al grado de tornarla grisasea, deja la sensación de que no hay un
preocupación real por el problema de la justicia en sí. Los esfuerzos parecen
estar enfocados en ver la superficialidad de las cosas, moverse por el morbo,
demostrar el error de los otros, humillar al que no piensa como yo y señalar
que son los otros los que “no saben”.
El gran
problema de fondo de la mediatización de la justicia, de la polarización y de
las verdades absolutas, es que sin importar el resultado del procedimiento
legal, - cualquiera que sea este – la resolución final será insatisfactoria, lo
que dejará la sensación de que el sistema de justicia es inservible. De esta
manera se estará fracturando la vida institucional y la convivencia social.
La mediatización extrema de la justicia ha permitido que todos
tengan la libertad de hablar en nombre de ella y de ponerse la toga de quien
juzga cuando lo cree conveniente y de acuerdo a una “construcción idealizada”
de lo que la persona considera que debe ser “lo justo”, dejando de lado el
problema que realmente debería de importar: la impartición de justicia apegada
al Derecho.
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