<<Infancia es destino>> y la infancia de Jorge
Páez se forjó en las carpas de circo; a veces como payaso, otras como acróbata.
Había nacido para entretener, para dar espectáculo, para arrebatarle una
sonrisa a la gente y hacerle olvidar - aunque sea por un momento - las
desgracias cotidianas de la vida.
Pronto fue arrancado de su vida circense y empezó a entrenar
box, con ello vinieron sus primeras peleas y sus primeros triunfos. El
'maromero', como empezaron a decirle, era un espectáculo en el ring. En cada
pelea se le podía ver con ropa extravagante, subía vestido de mariachi, con
faldas, con vestidos de novia, con el pelo rapado a lo punk, con letras
inscritas en la cabeza, trenzado, maquillado y dando maromas en el
cuadrilatero. Era el hombre y su destino, era el niño que jamás abandonó el
circo.
La gente lo aclamaba, sólo iban a ver al maromero, ese loco,
ese payaso que sabía boxear.
Contrario a lo que podría pensarse, no fue un boxeador
ridículo y mediocre. Ganó títulos mundiales, peleó contra los mejores. Se
fajaba, no le importaba recibir golpes, él se iba con todo y contra quien
fuera. El público se lo agradecía.
Su última gran pelea fue contra Óscar de la Hoya, cayó en el
segundo round. Era tiempo de decirle adiós al boxeo. La función había
terminado.
Al 'maromero' se le recuerda con aprecio. Un boxeador de
esos que hoy hacen tanta falta. Jorge Páez nació para los escenarios, para
pintarle cuernos a la vida, nació para ser un maldito punk.
Comentarios
Publicar un comentario