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Una constitución moral con legisladores inmorales.


Eso es lo que propone Andrés Manuel López Obrador para  cambiar a México y para acabar con la corrupción. Nada más contradictorio y alejado de la realidad. Por una parte plantea una reconciliación con  la Nación a través del amor, la justicia, la verdad y la fraternidad; y por la otra,  postula a personajes de dudosa reputación que se han sabido beneficiar de los vacíos legales, para hoy tener la posibilidad de convertirse en los futuros legisladores de nuestras leyes.

Es cierto que parte de la convivencia social en México está fracturada. La violencia generada por el crimen organizado escala día con día y ha alcanzado límites inimaginables. Es algo que no puede negarse, en nuestro entramado social el miedo es un sentimiento con el que hemos aprendido a vivir. Esa misma violencia es la que nos ha hecho indolentes, menos solidarios, menos fraternarios, menos seres humanos. Así, podríamos concluir que es necesario un nuevo pacto social que nos haga mejores personas y que reunifique los valores que han sido rotos.

Pero también hay una realidad que no puede ser negada, parte de esa indolencia es originada también por la corrupción, por la desconfianza en las instituciones y por la poca credibilidad que hay hacia nuestra clase política, que de origen, deberían de darle certeza a nuestra vida democrática. Basados en esto ¿Cómo podríamos reconciliar a una nación a través de valores morales cuando se sigue protegiendo a personas que precisamente han vulnerado los principios de la justicia y la verdad?

Esto nos hace recordar al viejo López Obrador, al Obrador contradictorio y mesiánico, al Obrador que no rinde cuentas de sus decisiones aunque estas sean controvertidas, porque el pueblo debe de confiar en él sin cuestionarlo. Pareciera que se convierte en una especie de “suicida  -  pesimista”; cuando tiene todo a su favor, lo sabotea, porque se siente mejor en las fronteras de la marginalidad y no dudaría en dispararse en el pie para poner todo en su contra.

De ahí que su propuesta de una constitución moral suene a una simple ocurrencia. Como crítico de la “mafia del poder”, Andrés Manuel López Obrador no ha entendido que quienes han dañado los valores de la democracia y que se han beneficiado del “sistema”, son aquellos quienes hoy militan en su partido, y que en forma de estampida, han encontrado un nuevo hogar para seguir beneficiándose de las riquezas de un país que necesita de una constitución moral pero con legisladores a la altura de nuestros problemas, capaces de afrontarlos y capaces de darle a México las leyes que se merece. 

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