Durante el conflicto del año 2006, surgieron diversos grupos de lucha y resistencia que se estructuraron de acuerdo a la ideología política que compartían. Uno de los sectores sociales más participativos durante el conflicto oaxaqueño fue el sector juvenil, hombres y mujeres entre 18 y 30 años que representaban la parte más combativa y más radicalizada del movimiento social y magisterial.
Los jóvenes destacaron por ser la parte más viva y comprometida de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), misma que abrazaba a diversas organizaciones políticas que tenían en común, el combate contra el autoritarismo gubernamental.
En los momentos más críticos que enfrentó el movimiento, eran ellos, – los jóvenes – quienes estaban al frente de los “combates” contra la Policía Federal. Fue también el sector más golpeado y menos protegido ante la embestida gubernamental, que a través de caravanas de la muerte y diversos métodos de violencia, debilitó en gran parte la organización social de un movimiento que terminó desarticulado por dentro y por fuera.
Punketos, rockeros y grafitteros fueron los más activos. Debido a su raíz ideológica, se identificaban con las miles de personas que apoyaban la caída de Ulises Ruiz. Su naturaleza y su lucha constante contra la autoridad, contra las normas y contra la moral que consideraban caduca, los hizo abrazar un movimiento que defendía y enarbolaba la bandera de un cambio social.
Es así como surge el Bloque Autónomo de Resistencia Libertaria conformado por estos movimientos contraculturales. La solidaridad, el respeto, la libertad, la fraternidad y la igualdad; eran algunos de los principios bajo los cuales buscaban regirse. Durante su existencia emprendieron diversas actividades autogestivas que tenían como fin demostrar que una forma de organización distinta era posible. Con la utopía que caracteriza al espíritu de todo joven, querían demostrarle al mundo que el verdadero cambio estaba en cada quien.
En su organización no existían jerarquías, las decisiones se tomaban con la participación de todos y todas. Nadie mandaba a nadie y todas las voces eran escuchadas. (una forma de democracia directa entendida a su manera). Pensaban que en el trabajo autogestivo y bajo los principios del anarquismo, podían construir algo diferente.
Realizaron talleres de serigrafía, venta de libros y fanzines, así como la fabricación de “armamento” para el combate cuerpo a cuerpo contra las fuerzas policiales. Sin duda, su logro más trascendente fue la ocupación de las viejas instalaciones de la policía municipal; edificio que se encontraba abandonado y que estaba localizado en las calles de Aldama y 20 de noviembre del centro de la ciudad.
Esto representó simbólicamente un triunfo y quizás la gesta más importante de un movimiento contracultural oaxaqueño. En sus propias palabras, ellos decían que ocupar era decir no al capitalismo. No trabajar para vivir, sino vivir para trabajar en autogestión. Ocupar era querer y amar la lucha por la necesidad de espacios libres para crecer, realizarte y crear.
Durante su ocupación hicieron conciertos de música, promovieron la agricultura a través de la construcción de un huerto y albergaron a indigentes y estudiantes sin techo. Las divisiones internas, sus disputas con el magisterio, (que en gran parte se oponía a que el edificio siguiera tomado) y finalmente, debido a la intervención policial, hicieron posible que el sueño de estos jóvenes se terminara.
El edificio lo perdieron y en la actualidad funciona como un mercado artesanal. Perdieron el inmueble y quizás la mejor posibilidad de hermanar a los diversos sectores contraculturales que hoy día se encuentran ensimismados, divididos e indiferentes. No sólo perdieron algo simbólico, sino también la oportunidad de demostrar que con solidaridad, respeto, libertad, fraternidad e igualdad, un mundo nuevo era posible.
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